miércoles, 13 de agosto de 2014

El rapto de la noche

Cogió la noche y se la llevó a cuestas. Caminó muchas leguas por páramos desolados, cubiertos de flores incomprendidas y árboles yuxtapuestos. Recorrió bosques y montañas, albergó dudas y se lamió la impaciencia, tomó prestadas las risas que escuchaba de las aves para hacerle más liviana su carga, investigó la forma en que duermen las hojas, ideó ondas de espuma para planear por los arroyos, mantuvo sus ojos todo los abiertos que pudo pese al paso de los ciclos circadianos.

Finalmente llegó al lugar que obviamente era el destinado a albergar la mayor de sus esperanzas, el más glorioso de sus sueños. Detuvo por fin su camino y sus ojos se posaron en el infinito. Leyó cuidadosamente el mensaje cifrado que las motos de polvo trazaban en el aire y decidió que los augurios eran favorables. Depositó su carga junto a un árbol y se sentó a su lado sin dejar de mirarla. No sabría decir si pasaron segundos o meses, pero en algún momento las tinieblas verdes penetraron en su mente y ramificaron a lo largo de sus sinapsis.

Sabía que solo en sueños podría tener lugar la comunión perfecta entre la noche robada y sus ansias de poblar universos inhabitados. Por lo que se abandonó no sin algo de miedo, no sin algo de recato, a la sensación de perderse en el fondo de alguna cueva comunicada con el interior de la Tierra. Al principio solo había oscuridad, pero pronto sintió unas tenues cosquillas azules aclarando el paisaje de abismos que poblaba aquel mundo silencioso. El azul pasó al violeta y pronto una florida paleta de colores apartó el manto oscuro para dar paso a la cercanía inequívoca de la familiaridad.

Después de pensárselo un poco, tomó carrerilla y pegó un buen salto que lo puso en alas del viento, de allá donde ya no iba a apearse. Se acostumbró a la sensación de ingravidez y, en cuanto se sintió a gusto en este nuevo estado, se apresuró a seguir con el plan trazado, así pues abrió la boca y pronunció su discurso:


Al otro lado de la escalera de cristal,
crecí sabiendo que este día llegaría,
tomé prestadas todas las mariposas
acometí todas las diligencias
subsané las faltas, reclamé las flores
me comí todos los pétalos de fuego
y rodeé tu tumba con mis lágrimas.

Al otro lado de todos los deseos,
al otro lado de los sueños y proyectos,
crecí pensando que un final no había,
viví pensando que tocar la luna
era una forma normal de hacer camino.

Mas hubo tiempos en que el dragón de fuego
reclamó su deuda con mi alma
sembró sombras en las esquinas
llenó de crueldad las tardes
y me recordó que allí, en alguna parte, están ellos.

Solo deseo ser uno con la Nada
Solo deseo ser uno con el Todo
Solo en la ausencia de esperas y sentires
hallará mi alma descanso bajo el lodo.

Hazme brillar más fuerte que la luna
hazme volar más alto que las águilas
haz de este cuerpo un racimo de luces
y de este alma una luz inalterada
.


Pronunciadas sus plegarias, en paz consigo mismo, sus pies llevados por el viento, sus ojos mezclados con el río de sus lágrimas, sus manos aferradas a la tela de araña plateada que dibuja el destino, entregó por fin su alma y halló por fin descanso y respuesta a las preguntas que siempre le asolaron.

Dicen que desde entonces la noche nunca fue la misma. Que pareciera que hubiese engullido un ejército de duendes grises, o una horda de dragones, o que se hubiese desdoblado para hacer de su oscuridad un territorio más allá de los pensamientos.

No les faltaba razón.